2/22/2006

Confesión inusual

Era ya de madrugada y me fui a dormir. Me entraron entonces, como muchas veces, unos deseos incontenibles de escribir y distraerme de la tensión que se produce cuando ya hemos pasado la hora habitual del sueño.
La primera palabra que recurrió a mi mente fue: silencio. Desde ese momento e inspirado por el ambiente físico y psicológico de la situación, mi cerebro le dictó a mi mano los siguientes pensamientos:
“El silencio de los desvelos involuntarios es el peor de todos, es un silencio desvirginado que se empeña en agudizar nuestro sentido del oído y mantener nuestra atención presa de su universo sin forma”.
Entonces algo aparentemente increíble sucedió y es que se abrió la puerta de mi habitación y entro él, en persona o más bien en cosa, o en esencia debería decir. El mismo silencio y sin más ni más me abofeteó con un discurso tan consistente, tan comprensible como imposible…
“Soy el silencio y he venido a limpiar mi nombre.
Todos los días leo que soy infernal, espeluznante, aterrador, escalofriante… veo como de forma despreciativa plasman frases como –sólo el silencio, convirtiéndome en la peor de las compañías.
Yo soy la nada, el vacío y la soledad del ambiente, pero por sobre todas las cosas soy la reflexión y la vida y he ahí que me quieren liquidar de la faz de la tierra y sobre todo de las mentes humanas; pero no es a mí a quien temen, sino a sus propios fantasmas producto de sus propios pensamientos.
Le temen a la crucifixión de sus vidas bajo el juicio de sus conciencias, le temen a lo oscuro de sus deseos y lo intimidante de sus sórdidas pasiones, le temen a sus inconfesables planes, le temen al reconocimiento de sus culpas y a sus inevitables derrotas y desilusiones.
Le temen, como en el “Monte de la Ánimas” de Bécquer, Beatriz le temía a “un silencio lleno de rumores extraños, el silencio de medianoche, con un murmullo monótono de agua distante, lejanos ladridos de perros, voces confusas, palabras ininteligibles, ecos de pasos que van y vienen, crujir de ropas que se arrastran, suspiros que se ahogan, respiraciones fatigosas que casi se sienten…” sin dar lugar a reconocer que realmente temía que Alonso hubiera muerto a raíz de sus caprichos.
Soy el silencio y nunca me podrán callar, siempre estaré importunando sus vidas, llevando a la meditación a sus retorcidos cerebros y siempre acompañado de mis amigas la soledad y la oscuridad, así como también de sentimientos como la nostalgia y la melancolía; el remordimiento y el pecado; el deseo y el amor; el llanto, la amargura, el abandono, la insatisfacción y la locura.
Soy el silencio y como tal sólo soy un estado natural del universo que ha sido interrumpido por la creación de la naturaleza, el progreso de la evolución humana y el repicar constante de vuestro pensamiento.
Pero no soy culpable de la incapacidad humana de reflexionar en paz con su conciencia”.
Dicho eso, desapareció como sólo desaparecen las esencias, las inconsistencias, dejándome helada bajo la luz de la madrugada. Y después nada sólo un despertar con una gran resaca que hizo que poco a poco recordara este episodio y lo presentara aquí a la evaluación de ustedes.
Les aconsejo sólo una cosa: que tengais cuidado de ofenderlo porque cuando habla tiene muy mal aliento.

Ticha...


Posteo original en: Ticha... en espacio de MSN

3 comentarios:

  1. Bien me parece pensar sobre el silencio y es un buen comentario, claro que el silencio es para cada quien diferente igualmente diferente en cada momento o lugar a veces quiero estar en silencio y no es posible, eso me altera pero cuando estoy en el silencio mismo tanto me gusta como me molesta y a ratos necesito buscar un poco de ruido por eso respeto el silencio cuando lo deseo y trato de aceptar su presencia cuando me molesta para no sentir la fustracion de no poder manejarlo. Bien en verdad

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  2. det va fsktiskt rätt kul, barnkul så att säga, mer sånt hahaha!!

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