Es extraña la vida cuando
no estamos completos. Eso es lo que me nace decir estos días que estoy sin
Darío.
Debo reconocer que todo es más simple, no tengo la necesidad de cocinar en todo su significado… y los horarios los modifico a placer
sin sentimiento de culpa. Coincidente con eso está que no he realizado un verdadero aseo hace días pues no tiene mucho sentido mientras el depa esté “patas arriba” (por la pintura) pero si Darío estuviera aquí, mantendría igual no más todo lo mejor posible para evitar que el despelote se junte con sus juguetes y eso.
En fin… supongo que el concepto de hogar adoptado por mí todo este tiempo
no está tan en mi naturaleza como creía y en cambio, es más una escenografía para Darío.
Bueno…
Por un lado, me siento más
libre. Libre por ejemplo, de salir de noche o salir a almorzar con alguien y luego quedarme vitrineando y terminar
caminando calle Bandera de punta a cabo. Y de paso descubrir una calle
Bandera (de Santiago) muy interesante.
Con un comienzo imponente, frío y gris, con aire acondicionado bajo la sombra de su elevada y formal arquitectura. Con transeúntes monocromáticos, delgados y estirados, siempre mirando al horizonte. De traje, con un celular en una mano y un maletín en la otra.
Luego, cuando cruzas Huérfanos, ves el inevitable ingreso de colores y formas nuevas. Más carteles, más variedad, más heterogeneidad en sus transeúntes. Personas más bajas, rechonchas y coloridas en el vestir se mezclan sin problema con los monocromáticos de más al sur. Aparecen las
NOTARÍAS, el ex congreso y la Polla chilena de beneficencia.
Para terminar en una Bandera muy folklórica, pintoresca con una arquitectura muy manoseada, pintada, rallada y llena de información casi al extremo de ser chocante, repulsiva a ratos. Los bancos, las oficinas y los
MUSEOS, han sido cambiados por centros de llamado,
TIENDAS DE ROPA RECICLADA, botillerías, "picadas" y venta de plantas. Y los transeúntes somos ahora todos más bajitos, más cabizbajos y de vestuario colorido, así como también más morenos y gruesos.
Y por otro lado, me siento más
vacía como si yo no me bastara para acompañarme, algo que casi nunca me sucede… es como si a la larga el sentido último de mi existir sólo fuera su existencia. Él, su ser, responde a la prostituida pregunta que dice: Cuál es el sentido de la vida. Pues creo que es perpetuarla, somos vida y estamos aquí para dejar a otro en nuestro lugar, al cual socializar, educar bajo nuestros paradigmas para que conserve nuestra especie, perpetuando nuestras creencias de toda índole.
Claro que probablemente se puede ser más ambicioso y esperar hacer carrera, tener éxito (¿?) y pasar a la historia por alguna cosa. Pero después que dejemos nuestro cuerpo, y seamos… que se yo qué ¿qué es lo que importa… los papeles que escribimos, el dinero que juntamos, los medios en que aparezcamos o la vida que perpetuamos?
Cada quien sabrá. Yo me despido y me voy a mis labores para olvidar que en cierta medida me siento sola.